Home
Ergodebooks
Poesia completa / Complete Poetry (Spanish Edition) by Borges, Jorge Luis (ISBN: 9780307743503)
![Poesia completa / Complete Poetry (Spanish Edition)](https://d3525k1ryd2155.cloudfront.net/f/503/743/9780307743503.RH.0.l.jpg)
Stock Photo: Cover May Be Different
Poesia completa / Complete Poetry (Spanish Edition) Paperback - 2012
by Borges, Jorge Luis
- Used
- Paperback
Drop Ship Order
Description
Vintage Espanol, 2012-09-04. paperback. Used:Good.
NZ$34.58
FREE Shipping to USA
Standard delivery: 5 to 10 days
More Shipping Options
Ships from Ergodebooks (Texas, United States)
Details
- Title Poesia completa / Complete Poetry (Spanish Edition)
- Author Borges, Jorge Luis
- Binding Paperback
- Condition Used:Good
- Pages 656
- Language SP
- Publisher Vintage Espanol
- Date 2012-09-04
- Bookseller's Inventory # DADAX0307743500
- ISBN 9780307743503
-
Themes
- Cultural Region: Caribbean
- Cultural Region: Latin America
About Ergodebooks Texas, United States
Biblio member since 2005
Our goal is to provide best customer service and good condition books for the lowest possible price. We are always honest about condition of book. We list book only by ISBN # and hence exact book is guaranteed.
Terms of Sale:
We have 30 day return policy.
From the publisher
Considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XX en cualquier idioma, la obra de Jorge Luis Borges continúa inspirando a nuevas generaciones de lectores gracias al deslumbrante poder de sus imágenes y la inmensa profundidad de sus temas.
Excerpt
PRÓLOGO
Este prólogo podría denominarse la estética de Berkeley, no porque la haya profesado el metafísico irlandés –una de las personas más queribles que en la memoria de los hombres perduran–, sino porque aplica a las letras el argumento que éste aplicó a la realidad. El sabor de la manzana (declara Berkeley) está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma; análogamente (diría yo) la poesía está en el comercio del poema con el lector, no en la serie de símbolos que registran las páginas de un libro. Lo esencial es el hecho estético, el thrill, la modificación física que suscita cada lectura. Esto acaso no es nuevo, pero a mis años las novedades importan menos que la verdad.
La literatura impone su magia por artificios; el lector acaba por reconocerlos y desdeñarlos; de ahí la constante necesidad de mínimas o máximas variaciones, que pueden recuperar un pasado o prefigurar un porvenir.
He compilado en este volumen toda mi obra poética, salvo algún ejercicio cuya omisión nadie deplorará o notará y que (como de ciertos cuentos de Las mil y una noches dijo el arabista Edward William Lane) no podía ser purificado sin destrucción. He limado algunas fealdades, algún exceso de hispanismo o argentinismo, pero en general, he preferido resignarme a los diversos o monótonos Borges de 1923, 1925, 1929, 1960, 1964, 1969 así como al de 1976 y 1977. Esta suma incluye un breve apéndice o museo de poesías apócrifas.
Como todo joven poeta, yo creí alguna vez que el verso libre es más fácil que el verso regular; ahora sé que es más arduo y que requiere la íntima convicción de ciertas páginas de Carl Sandburg o de su padre, Whitman.
Tres suertes puede correr un libro de versos: puede ser adjudicado al olvido, puede no dejar una sola línea pero sí una imagen total del hombre que lo hizo, puede legar a las antologías unos pocos poemas.
Si el tercero fuera mi caso yo querría sobrevivir en el «Poema conjetural», en el «Poema de los dones», en «Everness», en «El Golem» y en «Límites». Pero toda poesía es misteriosa; nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir. La triste mitología de nuestro tiempo habla de la subconsciencia o, lo que aún es menos hermoso, de lo subconsciente; los griegos invocaban la musa, los hebreos el Espíritu Santo; el sentido es el mismo.
J. L. B.
FERVOR DE BUENOS AIRES
(1923)
PRÓLOGO
No he reescrito el libro. He mitigado sus excesos barrocos, he limado
asperezas, he tachado sensiblerías y vaguedades y, en el decurso de
esta labor a veces grata y otras veces incómoda, he sentido que aquel
muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente –¿qué significa
esencialmente?– el señor que ahora se resigna o corrige. Somos
el mismo; los dos descreemos del fracaso y del éxito, de las escuelas
literarias y de sus dogmas; los dos somos devotos de Schopenhauer,
de Stevenson y de Whitman. Para mí, Fervor de Buenos Aires prefigura
todo lo que haría después. Por lo que dejaba entrever, por lo
que prometía de algún modo, lo aprobaron generosamente Enrique
Díez-Canedo y Alfonso Reyes.
Como los de 1969, los jóvenes de 1923 eran tímidos. Temerosos
de una íntima pobreza, trataban como ahora de escamotearla bajo
inocentes novedades ruidosas. Yo, por ejemplo, me propuse demasiados
fines: remedar ciertas fealdades (que me gustaban) de Miguel
de Unamuno, ser un escritor español del siglo XVII, ser Macedonio
Fernández, descubrir las metáforas que Lugones ya había descubierto,
cantar un Buenos Aires de casas bajas y, hacia el poniente o hacia
el Sur, de quintas con verjas.
En aquel tiempo, buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha;
ahora, las mañanas, el centro y la serenidad.
J. L. B.
Buenos Aires, 18 de agosto de 1969
A quien leyere
Si las páginas de este libro consienten algún
verso feliz, perdóneme el lector la descortesía
de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras
nadas poco difieren; es trivial y fortuita la
circunstancia de que seas tú el lector de estos
ejercicios, y yo su redactor.
J. L. B.
LA RECOLETA
Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de la historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son formas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa en otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
EL SUR
Desde uno de tus patios haber mirado
las antiguas estrellas,
desde el banco de sombra haber mirado
esas luces dispersas,
que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
ni a ordenar en constelaciones,
haber sentido el círculo del agua
en el secreto aljibe,
el olor del jazmín y la madreselva,
el silencio del pájaro dormido,
el arco del zaguán, la humedad
–esas cosas, acaso, son el poema.
Este prólogo podría denominarse la estética de Berkeley, no porque la haya profesado el metafísico irlandés –una de las personas más queribles que en la memoria de los hombres perduran–, sino porque aplica a las letras el argumento que éste aplicó a la realidad. El sabor de la manzana (declara Berkeley) está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma; análogamente (diría yo) la poesía está en el comercio del poema con el lector, no en la serie de símbolos que registran las páginas de un libro. Lo esencial es el hecho estético, el thrill, la modificación física que suscita cada lectura. Esto acaso no es nuevo, pero a mis años las novedades importan menos que la verdad.
La literatura impone su magia por artificios; el lector acaba por reconocerlos y desdeñarlos; de ahí la constante necesidad de mínimas o máximas variaciones, que pueden recuperar un pasado o prefigurar un porvenir.
He compilado en este volumen toda mi obra poética, salvo algún ejercicio cuya omisión nadie deplorará o notará y que (como de ciertos cuentos de Las mil y una noches dijo el arabista Edward William Lane) no podía ser purificado sin destrucción. He limado algunas fealdades, algún exceso de hispanismo o argentinismo, pero en general, he preferido resignarme a los diversos o monótonos Borges de 1923, 1925, 1929, 1960, 1964, 1969 así como al de 1976 y 1977. Esta suma incluye un breve apéndice o museo de poesías apócrifas.
Como todo joven poeta, yo creí alguna vez que el verso libre es más fácil que el verso regular; ahora sé que es más arduo y que requiere la íntima convicción de ciertas páginas de Carl Sandburg o de su padre, Whitman.
Tres suertes puede correr un libro de versos: puede ser adjudicado al olvido, puede no dejar una sola línea pero sí una imagen total del hombre que lo hizo, puede legar a las antologías unos pocos poemas.
Si el tercero fuera mi caso yo querría sobrevivir en el «Poema conjetural», en el «Poema de los dones», en «Everness», en «El Golem» y en «Límites». Pero toda poesía es misteriosa; nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir. La triste mitología de nuestro tiempo habla de la subconsciencia o, lo que aún es menos hermoso, de lo subconsciente; los griegos invocaban la musa, los hebreos el Espíritu Santo; el sentido es el mismo.
J. L. B.
FERVOR DE BUENOS AIRES
(1923)
PRÓLOGO
No he reescrito el libro. He mitigado sus excesos barrocos, he limado
asperezas, he tachado sensiblerías y vaguedades y, en el decurso de
esta labor a veces grata y otras veces incómoda, he sentido que aquel
muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente –¿qué significa
esencialmente?– el señor que ahora se resigna o corrige. Somos
el mismo; los dos descreemos del fracaso y del éxito, de las escuelas
literarias y de sus dogmas; los dos somos devotos de Schopenhauer,
de Stevenson y de Whitman. Para mí, Fervor de Buenos Aires prefigura
todo lo que haría después. Por lo que dejaba entrever, por lo
que prometía de algún modo, lo aprobaron generosamente Enrique
Díez-Canedo y Alfonso Reyes.
Como los de 1969, los jóvenes de 1923 eran tímidos. Temerosos
de una íntima pobreza, trataban como ahora de escamotearla bajo
inocentes novedades ruidosas. Yo, por ejemplo, me propuse demasiados
fines: remedar ciertas fealdades (que me gustaban) de Miguel
de Unamuno, ser un escritor español del siglo XVII, ser Macedonio
Fernández, descubrir las metáforas que Lugones ya había descubierto,
cantar un Buenos Aires de casas bajas y, hacia el poniente o hacia
el Sur, de quintas con verjas.
En aquel tiempo, buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha;
ahora, las mañanas, el centro y la serenidad.
J. L. B.
Buenos Aires, 18 de agosto de 1969
A quien leyere
Si las páginas de este libro consienten algún
verso feliz, perdóneme el lector la descortesía
de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras
nadas poco difieren; es trivial y fortuita la
circunstancia de que seas tú el lector de estos
ejercicios, y yo su redactor.
J. L. B.
LA RECOLETA
Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de la historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son formas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa en otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
EL SUR
Desde uno de tus patios haber mirado
las antiguas estrellas,
desde el banco de sombra haber mirado
esas luces dispersas,
que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
ni a ordenar en constelaciones,
haber sentido el círculo del agua
en el secreto aljibe,
el olor del jazmín y la madreselva,
el silencio del pájaro dormido,
el arco del zaguán, la humedad
–esas cosas, acaso, son el poema.
About the author
Considerado uno de los escritores ms influyentes del siglo XX en cualquier idioma, la obra de Jorge Luis Borges contina inspirando a nuevas generaciones de lectores gracias al deslumbrante poder de sus imgenes y la inmensa profundidad de sus temas.
Remote Content Loading...
Hang on… we’re fetching the requested page.
Book Conditions Explained
Biblio’s Book Conditions
-
As NewThe book is pristine and free of any defects, in the same condition as when it was first newly published.
-
Fine (F)A book in fine condition exhibits no flaws. A fine condition book closely approaches As New condition, but may lack the crispness of an uncirculated, unopened volume.
-
Near Fine (NrFine or NF)Almost perfect, but not quite fine. Any defect outside of shelf-wear should be noted.
-
Very Good (VG)A used book that does show some small signs of wear - but no tears - on either binding or paper. Very good items should not have writing or highlighting.
-
Good (G or Gd.)The average used and worn book that has all pages or leaves present. ‘Good’ items often include writing and highlighting and may be ex-library. Any defects should be noted. The oft-repeated aphorism in the book collecting world is “good isn’t very good.”
-
FairIt is best to assume that a “fair” book is in rough shape but still readable.
-
Poor (P)A book with significant wear and faults. A poor condition book can still make a good reading copy but is generally not collectible unless the item is very scarce. Any missing pages must be specifically noted.